Frente a la Muerte







“¡Triste espejo, ardiente espejo, horrible espejo, que haces sufrir tales tormentos a los hombres! ¡Dichoso el hombre cuyo corazón olvida todo lo que ha contenido, todo lo que ha pasado delante de él, todo lo que se ha mirado a sí mismo en él...” Fragmento de “La muerta” Guy de Maupassant.

Las amenazas de muerte de las que han venido siendo objeto algunos miembros de nuestra  comunidad académica, docentes, funcionarios y estudiantes,  invitan a hacer una reflexión acerca de la muerte y a desarrollar una propuesta plástica multisensorial que pretende poner al espectador en la situación de observarse dentro de un féretro y  a verse reflejado en un espejo en la posición desde la cual los difuntos son observados y porque no, posición desde la que en algún momento seremos observados.

Aquí se presenta la paradoja del espejo y la vida, qué hay al otro lado. Ambos en ese caso se presentan como una analogía de lo plano y que como todo plano supone tiene otra cara que es absolutamente invisible por su opuesta o ¿qué contiene el plano más allá de sí mismo que no corresponda a su sustancia? Esa paradoja está presentada como lo que rebota sin una respuesta que esté más allá de la imagen misma que presenta. ¿Qué hay detrás del espejo? ¿Por qué se invierte la imagen? ¿Qué hay más allá de la vida?
Este paradigma controvierte la realidad y la verdad ya que deja en el olvido o hace a un lado lo imperceptible. La imagen del espejo no es fija, no queda impresa, la vida no es fija, no queda impresa y frente a esa impermanencia el ser humano teme, porque la imagen, como la vida son frágiles, fugaces tanto como lo es la percepción, debido a que ella es una mímesis de la apariencia y fugaz a la verdad y a la realidad.

Siguiendo el hilo del pensamiento platónico, todo lo aparente y lo que se construye en el mundo sensible, es despreciable por engañoso, porque no permite acceder a la verdad. En dialogo El Timeo, Platón precisa la relación entre lo real exento de devenir que se registra racionalmente y aquello que siempre se encuentra en un eterno devenir y que por tanto nunca adquiere la categoría de realidad, es representado por el espejo, la imagen refleja, la impermanencia, lo aleatorio y con ello la vida frente a lo eterno.

El ataúd o sarcófago recuerda al Mito de la Caverna y el espejo representa el objeto que el filósofo utiliza para mostrar lo que hay fuera de ella, como medio de liberar a los encadenados no solo en el aspecto físico, sino frente al conocimiento, pero según Platón, el espejo como la vida, son muy frágiles, se pueden quebrar y con cada fragmento se quiebra la realidad, que al multiplicarse deja sin peso el mundo de las apariencias, que también está aquí representado por el sarcófago y el espejo teniendo validez circunstancial en tanto que refleja solo apariencias.

El sarcófago y el espejo son metáforas de lo pasajero, pero este último es también una metáfora de la multiplicidad y de las infinitas particularidades posibles, donde alguna de ellas puede contener la solución a la vida, la verdad y la realidad, siendo así abordado en este trabajo, como aquello que es posible conocer desde la categoría de lo sensible y la apariencia, un aspecto de la verdad y la realidad, sujeto y objeto de la creación artística, en el cual el desdibujo debido a la fragmentación encuentra cabida en el reflejo.
La imagen refleja es parte del diálogo de uno consigo mismo, es decir que uno es locutor e interlocutor al mismo tiempo o emisor y receptor, donde uno y ambos son una misma cosa, lo que aterra a los seres humanos, cuando de forma muy escueta enfrentan  la imagen refleja, al concepto de imagen que tiene de sí mismo y se quiere postular frente al mundo, como creación inédita que nace en el imaginario, dándose un enfrentamiento entre la razón y lo simbólico.

El espejo nos pone de frente entre la realidad y lo no real, de lo que se deduce que la razón se queda corta para dar una explicación confiable o viable a lo que el espejo plantea. El espejo confronta a la imagen, como el liberto de la caverna a los que se encuentran dentro de ella. La verdad y la apariencia no tienen entre sí, la una ventaja sobre la otra, pues la imagen al ser fugaz, como el espejo al ser frágil, abren el camino a las múltiples posibilidades, no dando cuenta de una verdad única.
¿Qué hay en el espejo, el reflejo de la vida o de la muerte, del presente y del encuentro con el futuro? Nos encontramos frente a una aporía.

Ricardo Forero Cárdenas